Filmmaker aborda la experiencia que Victor Kossakovsky, cineasta ruso, vivió a lo largo de dos semanas junto a un grupo de alumnos del Master de Cine Documental de la UPF de Barcelona. Kossakovsky propuso a los alumnos el siguiente reto colectivo: Preparad durante un par de meses uno o dos planos por alumno. No existe ningún tema o idea obligada para la filmación de los planos. Cada uno elegirá filmar lo que más desee. La única condición será que todos los planos deberán ser panorámicas con un movimiento de izquierda a derecha. Al final de los dos meses me reuniré con vosotros. Juntos montaremos una película. La película se llamaría Panorama.

Pero la ilusión, tanto de Kossakovsky como de los alumnos, se verá convertida en los primeros días de montaje en frustración y decepción. El nivel de compromiso

exigido por el cineasta, las dificultades de comunicación y la lucha por definir conceptos e ideas pronto sumirían a Kossakovsky en un abismo, en un agujero dentro de

sí mismo. Filmmaker apareció entonces como la aventura de filmar una película sobre una película imposible. Al principio, desde nuestro lado de realizadores que observan una experiencia con su cámara, sólo existía la admiración por el cineasta, la necesidad de filmar un proceso que prometía ser una gran lección de cine, y al mismo tiempo una gran lección vital. Después vendrían, como siempre, las limitaciones técnicas y las dudas sobre el concepto de la película. ¿Cómo filmar un proceso creativo? ¿Cómo filmarlo además cuando este proceso solo tenía lugar dentro de una sala de montaje, cuando la realidad estaba en una pantalla ajena e invisible? Tan sólo el cineasta y los alumnos, mirando un proceso oculto en nuestra película, en el que ni las palabras ni los gestos resultaban expresivos. Por esa razón en Filmmaker no se muestran en ningún momento las imágenes del montaje de Panorama, de su desarrollo como película en la película para convertirse en pretexto, para situarse en otro lugar que es el de la pasión, el de la vivencia temporal del cineasta por sacar, una vez más, una obra adelante.

Más allá de Panorama entonces, el espacio de la sala como un teatro en el que tiene lugar una lucha de voluntades, de deseos y realidades. Las enseñanzas de

Kossakovsky sobre el cine y sobre todo la transmisión de su pasión se convierten, al final, en el motor de la película. Una película que acaba abstrayéndose de la realidad misma para trazar un pequeño retrato interno del cineasta en su particular travesía por el desierto.